A lo largo de la vida se nos ha enseñado a
analizar de forma superficial el comportamiento de la tierra, su movilidad
alrededor del sol y sobre si misma además de su ubicación como sistema solar
dentro de la galaxia espiral; ese mar de estrellas desapercibido para quienes
en la noche siempre habitan la luz, pero generoso y esplendoroso en el silencio
de la oscuridad.
En este misterio de luces, en la Italia de
1600 el llamado “Padre de la astronomía moderna”, y el más claro ejemplo del
conflicto entre religión y ciencia: Galileo Galilei, astrónomo, filosofo,
matemática y físico, se atrevió a ser protagonista de la revolución de las
ideas desafiando al Papa Urbano VII y al tribunal del santo oficio (La Inquisición).
Galileo expuso públicamente conceptos contrarios a los ya establecidos y
visionados por la iglesia acerca de la órbita de nuestro planeta alrededor del
astro rey, lo cual le valió condenación y detención. Encerrado por ocho años de forma domiciliaria,
en condiciones que lo llevaron a su fin. El mismo papado, con el tiempo,
públicamente lo reconoció como el “audaz héroe de la investigación”.
En la misma línea de mentes inquietas y
revolucionarias por encontrar el reconocimiento de ideales, de teorías, de
sueños y visiones, se han forjado nuevas formas de pensamientos y una
multiculturalidad social y religiosa. Se hace necesario que para que todo esto
no se quede en un individualismo, egocentrismo y actos de extremistas
fundamentalistas, se ejerza el reconocimiento del otro como parte de uno mismo.
Tignous, el caricaturista asesinado del
semanario ‘Charlie Hebdo’, manifestó en una de sus entrevistas a Colombia, en
2010, que “no estaba seguro de que un dibujo pueda llevar a la paz o a la
guerra”. Reflexión que hace para argumentar que a pesar de toda libertad,
crítica y sátira, nada puede justificar un acto de terror ante una
manifestación de revolución de ideas. Por lo que debemos poner a funcionar
“nuestro Galileo interior” y en estos días de represión retar la visión oficial
de fanáticos con ideales del verdadero dios: la verdad.
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